En tiempos de tortura, no hay más que lluvia.
Lluvia de cielos ojos.
Ajenos, lejanos,
suenan las anarquicas voces de mis compañeros,
vencidos y por vencer.
Discuten con y sin experiencia sobre la esperanza, la revolución.
Permitame que le diga pequeño Dictador,
que usted no habla más que el idioma de los pedos.
Suena y apesta, ningún accionar es bienvenido.
Así que, mi queridisimo Dictador,
hoy le digo, quedese en su casa, que si sale,
va a mojar a los demás.
Fdo. :
La acida lluvia.
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